Acera
A mi ciudad, Caracas, en su 454º aniversario.
En Caracas la barbarie puede tener cara de acera.
Hay tiranía en un área descaradamente estrecha.
Mi ciudad puede regalarme flores mágicas que brotan desde el concreto roto, quebrado, y puede llegar a ser cruel y amenazar con restos puntiagudos de cabillas.
Me saluda un instante, azul, y al instante siguiente me repele con el óxido de sus garfios, ex soportes de publicidades muertas y alcantarillas tramposas que invaden mi espacio de persona a pie.
Caracas puede ser un poco sádica, también. Tan pronto escucho cantos de sus sirenas, me entrego a un tramo que promete llevarme tan lejos como mi vista alcanza y de pronto, cortante y abrupta,sin aviso ni consuelo, el camino se interrumpe, viene el abismo, me abandona. La ciudad se esfuma, no existe más.
Entiendo. Quizás muchas aceras terminaron siendo inhumanas porque se sienten víctimas. Explotadas, abusadas. Rotas por árboles hermosos pero inadecuados. Las veo aplastadas por el peso de carros que se paran“un momentico” eterno, las rodeo cuando se me presentan “privatizadas”en forma de comederos,Mecánica, parking, venta de todo, display del resuelve.
Camino pues, por aceras un poco resentidas, supongo tristes por no poder quererme bien cuando las transito. Orillas urbanas deseosas de explayarse, de sorprender con su potencial, de sostener con gracia bancos decimonónicos, de llenarse de luces y apoyar las pausas, la sombra, la mirada…
Quiero detenerme en ti, acera de Caracas. Quiero tomar contigo un poco del agua que llevo, conversar con ese otro que quizás no veré más pero me regala una palabra, un tip, una receta. Sobre tu alma tendida se podría mirar con bien a un chamo, a un viejo, ayudar a un estudiante que repasa, enviar un beso a otro país…
En ti, acera, quizás esté una de las claves para no sucumbir. En tu calma domada, aparente, puede haber chance para cultivar conocimiento, un modo de estar y andar lúdico y pacificador… Eso que nos gusta llamar ciudad, ciudadanía.